jueves, 19 de abril de 2012

La cercanía del crimen (Viejo Verde)

Matías se bajo de su coche y saco el envase de Coca Cola chico que tenía, bebió un trago mientras hacía la escalera larga de mármol, para entrar a su casa. Vivía en la blanqueada. Una de las casas privilegiadas del sector. Aun con sus padres, era muy chico para poder sostener la economía. Gastaba mucha plata en cosas triviales. Como su comida, muy cara. O su ropa, también de ultimo modelo. Era lo que se consideraba "cheto" dentro de la polis montevideana. Todo esto poca importancia tenía, por fin estaba haciendo algo bien. ¡Luego de tantos errores!


Se escucho el click de la traba y entro a la puerta. Solo para verse abrumado por un arma que le apuntaba directamente a la sien. Sus padres estaban atados. Una persona con un canguro nike y mirada café le consumía su sistema psicológico. Lo conocía, era su mejor amigo de la infancia. Jorge. Sonrió esperando que fuera una broma, pero al ver que su "amigo" no bajaba el arma, no le quedo otra que levantar sus manos para ser victima del atraco del mismo.


-Estas muy cerca del viejo verde para su gusto- Matías trago saliva sorprendido ante esta situación. Luego de tanta investigación, haberlo visto le daba un lugar privilegiado, no había conseguido atraparlo por su inexperiencia. Pero, ¿esto?, ¿su mejor amigo como sabía tanto? -Además, no debiste venir solo.
-No lo hizo- se escucho una tercera voz. Un arma negra como el carbón y llameante como una luz de esperanza apareció. Matías estaba cada vez más sorprendido. Taz estaba allí, al lado de Jorge, en una mejor posición para vencerlo.


Sin importar lo que haría Jorge a continuación, sería en vano. Se giro intentando disparar. Pero falló, recibiendo así un puñetazo que le derribo, quitandole el único poder que tenía. Su arma. Taz sonrió. Novatos, todos eran novatos. Una maldita realidad, girar 180º para atacarlo había sido un error que bien podría haberle costado la vida. Pero, había nombrado al viejo verde, era la mejor chance que esperaba tener.


-Eso esta en contra de la ley niño- dijo, para apagarle la general de un puñetazo.


Jorge se despertó aturdido. Con la mirada nublada viendo imágenes de una droga ya perdida en su cuerpo. El poco valor que le quedaba y dignidad. Estaba desnudo, en la casa de Matías, tal cual recordaba in situ la posición del amueblado. No podía entender como había terminado así, tan rápido, no creía haberse desmayado tanto tiempo, seguía habiendo una tenue luz de la tarde a fin de cuentas.


-Por fin te has despertado. Es hora de que hables. Matías luego de una pequeña discusión... - notó el tono sarcástico en el cual dijo eso, esa persona con el acento propio yanqui. -Ha accedido a dejarme tratar contigo. Que sería lo más justo, ¿no?
-No sé nada lo juro. Me pagaron con droga para poder hacer esto, lo juro. ¡Déjame ir por favor!
-¿Dejarte ir?- pregunto Taz mostrando su calva de forma sombría. Luego sus ojos mostraron la determinación que robó unas lagrimas en el "drogadicto". -Casi me matas, ¿esperas que te deje ir?, sueñas niño. Sueñas, primero me dirás quien te lo ofreció y como encontrarlo- mientras hablaba giraba un cinturón en su mano derecha, dejando la hebilla a la altura de sus nudillos.
-No lo sé, no lo conozco. ¡LO JURO!- contesto él y recibió un puñetazo que le lleno la boca de un gusto metálico.
-Eso debió doler. Ya te he sacado un diente. ¿Donde...?, ¡Mira aquí está!- Taz le mostró un premolar de textura infantil, de color tabaco. -¿Quien y como encontrarlo?


Matías se mantuvo alejado de la situación la mayor parte del tiempo. Era la primer tortura que presenciaba. Podía sentir la mirada de su amigo buscándolo. Pero, Taz tenía razón, no en el método, sí en el argumento. Había amenazado la calma de su vida, la seguridad de la misma. Tirando por la borda casi 2 años de un proyecto que tenía. Nombrando al viejo verde, había terminado por condenar su existencia, hasta el punto que él. No se sentía arrepentido de darle el poder a su compañero.


El yanqui lo dejo solo, para reflexionar. Los cinturones que lo tenían atado a la silla le estaban ahogando el aire. Tenía la mayoría de la boca toda rota, movía la lengua intentando encontrar sus dientes, que pocos le quedaban para sentir. Mierda, ¿porque se había metido en eso?, ¿donde estaba Matías?, seguramente estaba por algún lado chusmeando el muy hijo de puta.


Taz volvió con un vaso de vodka a medio beber. Se acerco sutilmente al drogadicto y le lanzó una oleada de su aliento fétido. Enseguida le arrojó el resto del contenido adentro de la boca. Los gritos de dolor agónico no tardaron en surgir. Matías tuvo que mirar para otro lado, era demasiado duro. No esperaba tanta violencia injustificada tampoco.


Los gritos ahogados parecían proferir palabras desde lo más profundo de su alma. Él, con su experiencia intacta en este tipo de experiencia se quedo a la espera, con calma, casi como si fuera algo de todos los días. Agarró un sillón que había allí y lo acomodo enfrente a su victima, mirando como la mirada del niño llameaba frustración, impotencia. Just a little bit more.


-¿Sabes?, lo maravilloso de un ser humano en una situación desesperada, como la tuya... - sonrió de forma oscura, casi con nostalgia en sus labios. -Es que la adrenalina te mantiene consciente, tienes miedo y eso te deja atento a cada partícula de dolor, para mantenerte vivo. Es una especie de tratado de libre comercio. Pero. Yo ya he terminado contigo- termino el veterano sacando su glock para ponérsela en la boca a su victima. Escucho el sollozo.


Amenazando con sus tendones desnudos, para mostrarle a su victima el estado de compromiso que tenía con esa situación. Comenzó a tensar su mano, para aterrarlo aun más. Escucho el ultimo suspiro de valentía desvanecerse y le sacó el arma de la boca conforme con su actuación. Aplaudiendo su obra dejo que el silencio terminara con lo poco de dignidad que le quedaba al muchacho lentamente, disfrutando cada segundo.


-Se llama Emiliano. Le dicen "el cacho", no sé porque- hablaba rápido, sin sacar un ojo de la mano derecha, la portadora del arma. -Vive en villa española. En Yucatan y 20 de febrero. No sé el numero de puerta, lo juro. No sé más que eso. Déjame ir, por favor.


Taz asintió como si fuera un profesor de universidad ante una respuesta bien elaborada. Le quito los cinturones y atajo el cuerpo agotado del chico. Giró para ver a Matías a los ojos y le guiño un ojo. Dejo su arma en la cartuchera y se cargo al drogadicto hasta la salida de la casa.


-¿Vienes de caza?- preguntó y Matías no tuvo más que sentir en contra de lo que deseaba, tomarse una ducha caliente y dormir para despejar su mente del miedo.



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