jueves, 30 de agosto de 2012

Éxiles Capitulo 1 (presentación)


1.

Miraba el cielo que ya no tenía más color, aunque nunca había tenido mucho para él. Comenzó a caminar dirigiéndose a esa puerta gigante. Sentía presencias, algunas sorprendentes, otras simplemente estaban allí. El decorado del equilibrio propio de lo real. Los fantasmas de sus propias preguntas caminaban junto a él. Era divertido, le gustaba esa sensación de paranoia que repentinamente le atacaba. A pesar de todo, sabía que iba a tener que mantenerse serio. Había en especial dos presencias que; o su percepción le mentía o bien tenían un poder tan grande que apenas sentía la grandeza del mismo.
Tragó saliva y quedo enfrente a la puerta… Ahora era el momento de ser quien realmente debería ser, en un supuesto caso. Contaba con la seguridad de tener las principales ciudades de su dimensión en sus puños; sus manos cargadas de la sangre de quien sabe cuántos rivales. Era un héroe a fin de cuentas, le haría honor o no a su leyenda. Tampoco era algo que le importara.
Atravesó la gigante puerta con una nueva resolución y cierto pesar en sus pasos ya antiguos. Irguió su espalda y mantuvo una expresión de póquer. Se sentía observado y, no había nada de mentira en esto además. Los ojos de unas cuantas personas estaban clavados en sus pasos, en su mano que comenzaba a llamear por su tensión. Se sentía incomodo, demostrarlo era impermisible.
La única persona que si colmaba su vista, era un individuo de casi dos metros. Gran porte… Casi medieval. Su mirada se mostraba conforme junto con su sonrisa, parecía hasta contento de tenerlo allí. Era evidente que habían sentido su poder, no creía ser el único ser humano con esa habilidad tan poco común. Repentinamente se detuvo, dejando que una docena de individuos que también portaban armaduras como la suya, quedaran expuestos.
Tomó una bocanada de aire y cerró su puño, el que llameaba. Dejando una pequeña estela de flamas en miniatura desaparecer con el oxigeno ya aspirado. El de armadura majestuosa dio un paso adelante para tener la palabra.
-Cyd de Ofiuco, un placer conocer a alguien que genera tanta intriga- dijo él con voz fuerte y sabia. Palabras justas para dejar que el silencio le otorgara al nuevo una respuesta o duda.
-¿Quién eres?- indagó Cyd, en vistas de no tener nada mejor en mente, pensó en la presentación propia del individuo “intrigado”.
-Cáncer, ese es mi nombre. Soy el creador de la constelación de Cáncer, además de tutor para los éxiles actuales. La éxile actual de Cáncer es ella- señalo a una chica de mediana estatura y ojos vidriosos que se ocultaba de la mirada llameante del fénix. –Agus de Cáncer- terminó el cáncerino nuevamente otorgando un silencio incomodo.
-Así que eres la cabeza del rey. ¿Cierto?
-Se podría decir que sí- admitió el ya (mostrando sus verdaderas facciones) veterano éxile. Dio un par de pasos hacia atrás y se sentó en una silla, irónicamente con aspecto de ser un artículo de la realeza. –No obstante, tampoco es que mi presencia aquí sea la victoria de esta guerra que tenemos por delante.
-Contra los Stylers, ¿cierto?- cogió a todos por sorpresa, incluso a la chica delgada rubia que recién había aparecido. Con rasgos nórdicos y una armadura también majestuosa. ¿La mujer del anciano?
-Por supuesto, ya has tenido la experiencia de la batalla contra uno. El Styler de la luna. No alguien demasiado fuerte si me permites decirlo- Cyd no iba a caer ante un tanteo tan infantil, sonrió por su parte para devolver la ironía del comentario. -Incluso con ese detalle, ha sido un acto magistral. Has sorprendido a todos los enemigos surgiendo debajo de las cenizas de tu propia perdición. Una idea muy inteligente la de usar tu propia luz como arma, ¿cierto?
-Vale, ¿cuánto tiempo has estado espiándome?- fue directo al grano esta vez el éxile y Cáncer por primera vez, sonrió de forma autentica.
-¿Qué importancia tiene? Tú has superado la primera prueba de esta batalla, nadie conoce la duración exacta de ella.
-Tú si lo sabes- contesto Cyd, seguro de su respuesta.
-Vaya, ¡Un prodigio en los éxiles!- exclamó blondie con su acento propio europeo. – ¿Hacía cuanto tiempo que no teníamos uno de estos?
Cáncer se levanto solo para acariciarle el rostro y sonreír. Estaba de acuerdo con ella. Le concedía el primer asalto al ofiucano. No obstante, no por esto Cyd sabía todo lo que respectaba a lo real. Solo le había visto la cara a su enemigo una vez. Tendría que hacerlo muchas veces más para poder igualar una conversación con alguien de tanta sabiduría como él.
-Mucho tiempo, demasiado. Pero, ¿sabes? Va siendo hora que empieces a socializar con gente que si te compete. Para entender un poco más con quien compartiras tu espalda a partir de ahora- dicho esto, se esfumo como si nunca hubiera estado. Todos los éxiles se mostraron sorprendidos. Excepto dos, Cyd por parte propia y el otro de gran poder a pesar de su jovialidad.
No había desaparecido, se había movido lo suficientemente rápido para romper la imagen de la realidad. Por lo tanto se había vuelto “invisible” por una fracción indeterminada de tiempo. No era nada que a alguien de tal velocidad como Cyd, le cogiera por sorpresa. Le sorprendía el otro chico, que seguía la misma trayectoria que él con la mirada. La ultima dirección conocida de su “tutor” antes de desvanecer su aura.
Giró su cuerpo solo para ver la mirada de muchos y de nadie, clavada en él. Un momento incomodo pero menester, intentó buscar las palabras precisas para empezar un dialogo, aunque muy difícil le fue. Por otra parte, el chico que tenía intrigado a Cyd, avanzó un paso, para ofrecerle su mano. Tenía el cabello como si fuera una melena, al igual que él aunque lo llevaba mucho más prolijo que el ofiucano. Su mirada cristalina de color jade, estaba analizando a su compañero de forma minuciosa, con un talento zorrino innato sin dudas.
-Max de Libra. No esperábamos que apareciera uno nuevo. Ni bien- señalo a la única persona que Cyd, sí conocía- Kaisha nos lo ha advertido todo el tiempo- termino con cautela.
Podía sentir el dragón que era el aura de Max, incluso a través del saludo formal y sincero que mostraba. ¿Intentando impresionarme?, Cyd acepto la mano y dejo fluir su aura, que no era tan fuerte, pero contaba con algunas facultades que no tendría problema en enseñarle personalmente al maldito ególatra. Pero, lo cierto era que él, asumía que el líbrense sabía de que hablaba. Los ojos de esté, destellaban en su sabiduría propiamente dicha, era explicita además y no parecía haber problema alguno con la demostración, salvando el reto propio de las sonrisa.
Algunos éxiles se presentaron, muy por arriba. Otros se retiraron luego de decir sus nombres. Solo Kaisha y la cáncerina aún con “miedo” quedaron al lado de él. Por fin Cyd se tomó un segundo para ver lo que le rodeaba. Era un salón enorme completo con las mayores maravillas creadas por el ser humano, pero reproducidas. Era casi como un duplicado. Él recordaba las pirámides en Egipto de su batalla contra el antiguo Dios Khan. Por lo tanto, era un duplicado sin dudas.
-En realidad. Estas son las originales. Las otras están hechas a escala mucho mayor que esta- le respondió la pregunta mental a él Kaisha. Su fiel compañera en aquella batalla.
-¿Segura?
-Cien por ciento. ¡Vamos Agus!, presentate- dijo la famosa Éxile de Virgo haciéndose a un lado de la chica.
Cyd miró a la chica con curiosidad. Pero también, aprovechando su miedo para imponerse. Así cuando hablara con las otras chicas (que eran 4) tendría algo para decirles sobre él. No tanto pensando en ser “el galan” del cuarto, más bien pensando en ser alguien que sorprendiera de entrada.
-Cyd, no seas tan agresivo. Ella apenas comparte palabra con nosotros. Intenta mostrarte más amable.
Notoriamente algo del discurso de Kaisha activó a Cyd. Porque repentinamente sonrió de forma amable, poco normal en él; y le dio la mano profiriendo su nombre con palabras sueltas. Creando una especie de confianza.
-Agus de Cáncer- se presentó ella con una mano temblorosa que Cyd tomó con delicadeza ante la sonrisa de Kaisha.
Kaisha continuó con la demostración por el palacio éxile, largos metros de baldosas de mármol y preciosas piedras de valor incalculable rodeaban las paredes, tras pasar por los cuartos y cruzar un par de miradas con alguno de los compañeros, quedo detenido percibiendo la agresión de la mirada de una persona en particular. Sus ojos se cruzaron unos segundos largos, la mirada de esta persona venía acompañada de un cabello perfectamente lacio y un cuerpo escondido detrás de su armadura, sus manos delataban que era una mujer, pero contaba con una armadura muy masculina, demasiado.
-Ella es Lore de Capricornio- dijo Kaisha sin mirar en ningún momento de quien se trataba esa mirada que intrigaba a Cyd. –Es la persona más salvaje que tenemos aquí, como también quizás la más comprensiva, tiene un sexto sentido que le permite ver qué sucede con la gente en su entorno, invaluable habilidad he de decir- termino Kaisha dejando muchas conclusiones al respecto.
Cyd seguía con la mirada clavada allí, en la sonrisa de esta chica que escondía su cuerpo en una armadura demasiado poblada, pero algo había aprendido en su vida sexual. Giró su cuerpo y se retiro de allí con mil ideas en la cabeza, era sumamente intrigante esa chica, sacarle la armadura y conocer la tez que estaba allí debajo…
Al final de la exposición Cyd se percato que la mansión éxile no era otra cosa que la vida perfecta, tenían todas las cosas que se podían pedir, excepto la luz del sol y la oscuridad de la noche. Cosas que igual eran fundamentales para la existencia, no había nada como un buen amanecer o algo tan bello como ver la lluvia en un anochecer de invierno dentro de un hogar calido. Hogar… Curioso pensó.
-Bienvenido Cyd- dijo una voz lejos de su cabeza trayéndolo al mundo de nuevo.
Se había dormido, no sabía por cuánto tiempo, abrió lentamente los ojos para frotárselos y ver una comida ya servida que una persona adulta le estaba dejando. Sacudió su cabeza para tener completa nitidez de su mirada y largo un escalofrió. Él, el mismo éxile que tenía esa aura gélida que mostraba una gran agresividad, estaba allí, destruyendo su comida en su cara.
-¿Qué haces?- indagó Cyd parándose más rápido de lo que le hubiera gustado.
La mano gélida de este chico estaba en posición de ataque al lado de su cuello y su sonrisa era devastadora, como la de un reptil listo para la caza. Por esto, Cyd no se sorprendió al percibir el aura de esta persona, una culebra gigante de color grisáceo, casi al mismo nivel de poder que el chico Libra.
-Tú no perteneces aquí, solo te lo estoy dejando claro, ¿qué?- preguntó con su voz que parecía largar halitos de niebla helada. -¿Piensas hacer algo?, ¿con ese nivel de poder?, ¡No me hagas reír Ofiuco! Sí venciste a un Styler fue por pura suerte, estoy seguro.
La mirada de Cyd cambió repentinamente y alerto las pupilas del joven que se alejo un paso. Un fénix gigante salía de la espalda de ofiucano y la sonrisa del portador no demoraría en aparecer.
El calor y el frio se estaban enfrentando, un combate legendario entre la serpiente y el fénix que acompañaba la balada de muerte que ambos escuchaban en sus cabezas. Sonreían los dos, aunque no pudieran avanzar por el miedo que se tenían continuaban allí con sus miradas firmes. Una silueta se interpuso entre ambos para detener el flujo de auras que comenzaba a sorprender a los testigos.
-¿Qué creen que hacen?- indago una voz vigorosa detrás de unas alas. Las únicas alas éxile, las del éxile de Sagitario.
-Él destruyo mi comida…- comenzó a decir Cyd antes de percatarse lo inmaduro de su argumento, ese era el truco del chico. Mierda.
-¿Por eso tal demostración de poder?, me sorprende Cyd, se supone que eres un chico prodigio. Virgo mismo lo ha dicho- dijo el éxile de Sagitario para dirigirse enseguida a su contrincante que le sacaba la lengua en tono burlón. –Y tu Warner, ¿Por qué has hecho eso?
-Todos sabemos que el número trece es de mala suerte. Solo me quiero asegurar que él también lo entienda, si nos va a hacer perder la guerra un idiota, prefiero que sea por mí antes que por llamita- terminado de decir esto se retiro como un adolescente seductor, con pasos largos y casi acompasados con una realidad alterna a esa.
Cyd era consumido por los ojos de sus compañeros, todos le miraban tanto con curiosidad como con duda. Había funcionado la idea de ese tal Warner y él lo sabía, largo un bufido y se retiro de nuevo a su dormitorio para que le dejaran solo. La única respuesta a todo lo que el éxile rival había empezado, era una batalla. Su gran fuerte, donde le patearía el trasero, no creía que Warner fuera tan inteligente para percatarse de la realidad del asunto, pero él sí había notado el miedo en la mirada del enemigo antes de retroceder. No había sido para medirlo, había sido miedo autentico y del puro.
-No te preocupes por él, es un cretino pero es uno muy fuerte, de hecho él solo puede contener los golpes de los otros doce éxiles- comentó Kaisha sentándose al lado de él. -¿Puedo?
-Adelante, parece que la moda va a ser interrumpir mis pensamientos.
-No vas a poder vencerle- dijo Kaisha dejando frio a Cyd que miro de forma ágil a su compañera de charla.
-¿Qué dices?- contestó de forma instintiva él.
-No podrás vencerlo, es mucho más fuerte de lo que parece y tiene un canal de poder demasiado alto para que lo puedas equiparar, sabes que solo te digo la verdad querido.
-¿Realmente crees que no voy a poder vencerlo?- pregunto Cyd un poco desanimado mirando el techo luego de reclinarse en la cama.
-Me gustaría que pudieras, pero créeme. Es un hueso duro de roer, lo he visto entrenar y es mucho más exigente que tú en muchos aspectos.
Cyd analizó la respuesta en silencio y se quedo allí un largo rato hasta que Kaisha decidió que había dicho lo suyo y se retiro. Con qué… ¿No voy a poder vencerlo? Pensó él apagado ante un golpe de moral que no esperaba. Si había alguien en el mundo capaz de depositar su fe en él, era Kaisha y le dio la espalda hacia unos momentos.
Paso hambre lo que quedaba del día, no se levanto y permaneció en estado de meditación más de lo debido. Solo una persona apareció en su dormitorio para ver como estaba, Max de Libra. Quien estuvo parado con la espalda en el marco durante todo el rato a la espera de un dialogo del éxile que no llegó en horas, obligándolo a marcharse. Aunque esto… No era del todo cierto. Max y Cyd habían estado meditando juntos, se habían entendido y dialogado lejos de lo que los humanos consideran posible. Un dialogo dentro de sus mentes creados por la necesidad de una confidencialidad que el ofiucano no creía contar.
A la noche, al menos eso creía, se despertó y llegó a la sala principal. Donde estaba solo una persona, perfecto.
-Buenas noches- dijo él para acto seguido sentarse.
-Técnicamente en mi dimensión ahora sería de día. Pero, buenas noches Cyd- dijo ella sonriéndole amablemente.
Lore de Capricornio, la éxile que más le intrigaba de las cuatro, que al menos a tres ya las conocía.
-Eres una persona espectacular. Eso lo puede ver cualquiera, pero eres más débil de lo que te gustaría ser. Tienes un nombre pero no sabes quién eres en realidad. Deseas golpearme pero no lo haras porque te atraigo demasiado para eso. ¿Algo más me estoy perdiendo?, algo me ocultas, muy dentro tuyo, tan dentro tuyo que es imposible que lo pueda ver, con eso te has ganado mi respeto- dijo ella sin dar pausa y sorprendiendo a Cyd en todo momento.
Le había leído todas sus reacciones además de lo que pensaba como duda existencial propia. Pero, algo se le escapaba, ¿por qué?
-Eres mejor de lo que dicen entonces- contestó él haciéndose el indiferente.
-Lo sé, no debes temerme. No soy Warner para atacarte, a mí en lo personal solo me interesa vencer a alguien.
-¿Ah sí?
-Sí, la única persona que realmente me ha hecho daño en la vida- admitió ella y salió de la penumbra de esa esquina para mostrarle a Cyd su verdadero cuerpo. Delgada y con tez morena acompañada de unas curvas delicadas, casi infantiles. Estaba en ropa interior.
-¿Qué ha hecho?
-Tendrás que esforzarte más que eso para poder obligarme a responder, Cyd- respondió ella fríamente y él aceptó la invitación partiendo desde el silencio.
Minutos que fueron arduos y cargados de miradas, él estaba vestido con ropa de cama. Un pantalón viejo que aún conservaba su estilo y una negra lisa. Sus pertenencias habían llegado ahí porque su propia aura transportaba sus cosas de forma dimensional. El transporte perfecto, sin cargas ni pesos, todo aparecía donde él lo precisara. Tal cual el Styler había dicho… Qué extraño que ese Styler supiera tanto de la base pensó Cyd.
-En verdad, es extraño- dijo Lore rompiendo el silencio.
-Vale, ¿puedes dejar de leer lo que pienso?, gracias- respondió Cyd algo furioso.
-Si así esperas caerle mejor a la gente, te vas equivocando de camino. Eres el nuevo aquí, no nosotros. Recuerda eso- contestó ella nuevamente con ese tono de frialdad.
Cyd respondió con su pulgar y volvió a su mente, a una época donde no tenía ningún prejuicio de ningún tipo, donde solo sus decisiones importaban. Poco entendía él que estaba haciendo pero su situación tampoco parecía mucho más prometedora. La sonrisa de Lore le seguía consumiendo la cabeza y la vista, tenía ganas de arrancársela, no podía estar allí mucho más tiempo. Recogió entonces lo que le quedaba de su dignidad y se fue de allí, ignorando el llamado de su ahora compañera éxile, su cuerpo y puños temblaban en un ataque de convulsiones de tensión, sus poros no paraban de expulsar un sudor frio que solo era frenado por su furia, algo incontrolable debido a su inmadurez y a su corta edad (diecinueve).
Atravesó un pasillo de dimensiones gigantescas, creado sin duda para una persona con el triple de su composición física, cubierto de un amurallado de rocas antiguas, piedras preciosas de guerras paganas que él no llegaba a comprender gracias a su inestabilidad.
Había solo un lugar que podría brindarle calma y él lo sabía, el planetario. Mirar esas estrellas deleitándose de los colores que apenas si lograba distinguir, era más bien el acto de admirar la paz de la oscuridad absoluta, como algo tan tenebroso y siniestro podría llegar a ser algo tan necesario para alguien, mucho más para alguien con su postura y dudas. Era un momento de reflexión y solo llevaba un día allí, millones de dudas colmaban en su cerebro ideas que no era ninguna buena, incluso enfrentarse a Warner parecía prometedor.
Cuando abrió la puerta estuvo a punto de retirarse al verla, ¿qué hacía allí? Era muy entrada la noche y ella no era más que una niña, lo había visto incluso en su cuerpo, no podía ser que todo le saliera tan mal. Caminó con lo que le quedaba de aliento, estaba ahogado en su más interno vigoroso, era mucho lo que se debía preguntando y era más prudente aguantar un poco la presencia de alguien que incluso ni siquiera le preguntaría algo.
Se sentó al lado de ella y la admiró solo un segundo, ella estaba buscando algo en el cielo estrellado, que eran millones de planetas que los rodeaban, el universo entero dentro de un dormitorio. Rodeaba sus piernas con sus brazos en un gesto tímido y evitaba la mirada del éxile herido. Él por otra parte sacó un cigarro sin prestar atención a si esto molestaría a la chica y prácticamente se lo fumo en un par de pitadas. Fue solo cuando lo termino que ella le brindó la palabra.
-Ahí está- dijo con una voz melódica infantil.
-Sí- dijo Cyd y sonrió, eso podía concederle. Había señalado ni más ni menos que la figura del portador, Ofiuco.
-¿No te parece hermoso esto?
-Sin dudas- contestó largando la pitada de humo del segundo cigarro que se encendió, le daba más tensión incluso hablar con la única persona que se había mostrado amable con él, salvando la que ya lo conocía. –De todas formas tú tienes un poco más de suerte que yo.
-¿Por qué?- indagó ella alzando las cejas en gesto de incredulidad, no podía decirlo en serio, de momento era la elite éxile Cyd.
-Porque tu puedes admirar esto y nadie tiene ningún prejuicio hacía ti, yo vengo de un lugar donde debía demostrar todo lo que hacía y ahora encima tengo que demostrar lo que soy… ¿Adivina qué? NO LO SÉ- respondió casi escupiendo de rabia.
Había sido demasiado duro y tampoco era que le importará mucho, ella se mostró ofendida enseguida o más bien indignada en no tener nada que decir. La conversación se concluyo y ella con suma agilidad felina se liberó de pasar más rato que no deseaba allí dejando a Cyd solo.
Él solo arrojó su caja de cigarros y volvió a su dormitorio, ahora si admirando los detalles del camino para no perderse, el pasillo interminable de piedras preciosas, el eterno camino del pecado o eso parecía ser, donde un espejo reflejaba todo lo malo que se había hecho. Sonrió ante lo karmatico que esto resultaba en su situación y se lanzó en la cama como un luchador al llegar. Primer día, ya estaba muy agotado para recordarlo como algo vivido.
Se despertó casi tan mareado y con la misma paranoia de la anterior vez, con un cartel escrito en la puerta de su dormitorio, lo que implicaba que además le habían ayudado de alguna forma o alguien debió haberlo visto pasar. Había tres dormitorios que dividían el de Acuario con el de Ofiuco. El de Piscis, el de Tauro y el de Géminis. Él no era de poner las manos en el fuego por nadie, pero dudaba que fuera Géminis, le había escuchado hablar consigo mismo básicamente toda la noche, la éxile de Tauro tal vez podría ser, era más una grupie de una pelea que una Éxile; Aunque claro… Eso se podría ver en un combate. El último que quedaba era del de Piscis, ese sin dudas había sido culpable, eran incluso amigos de constelación si se ponía religioso.
¿Iba a dejar que lo humillara de esa forma?; ¿Tanta fe se tenía en un combate?, debía estar loco si deseaba luchar contra él, lo estaba deseando y solo era la primera mañana que pasaba allí. Por otra parte actuó de forma madura, evitando mencionar el suceso cuando llegó al comedor revestido de madera y baldosas que bien podrían darle aspecto a tablero de ajedrez al dormitorio.
-¿Te gusta la idea?- indagó Max cortando el silencio duro que habían creado los compañeros viéndolo llegar.
-¿Cuál?
-La del suelo de ajedrez, le puse mucho empeño a ese detalle, me gusta el ajedrez, ¿a ti no?
-No soy muy bueno con la estrategia- dijo y le guiño un ojo a la única persona que si lo conocía, Kaisha sonrió levemente.
-Oh… Ya veo, disculpa entonces, no hay mucho para comer dado que no soy un buen cocinero, lo he hecho lo mejor que he podido.
-Bueno, te agradezco la hospitalidad en esta cueva de culebras- dijo él y Max sonrió levemente con gesto aprobatorio.
Warner miró de forma incrédula al éxile que pasó a tomar un lugar solo en la mesa, ¿con que quería guerra? Dejó lo que merecía para luego de la comida, mientras tanto prefería disfrutar de ese estofado de verduras, no estaba nada mal además pensaba mientras sorbía de su tazón de sake con una sola mano.
Warner sentado como observo Cyd, ocupaba aproximadamente lo mismo que dos éxiles, tenía casi su altura además. Iba a ser un oponente durísimo pero bien podría darle una paliza allí mismo, dentro de una cocina que ocupaba casi lo mismo que un apartamento. Era su mejor opción y él lo sabía, luego de hacerlo ya tendría el respeto de sus compañeros. Pero, ¿sí era más fuerte que él efectivamente como Kaisha decía?, le patearía el trasero en publico y nunca más se recuperaría de esa humillación, lo mejor era esperar a que él fuera a por el combate, ya que siempre había sido igual. Lo buscaban para combatir y a Cyd, le gustaba eso, le daría caza a esa serpiente de documental barato.
La comida transcurrió en un silencio incomodo dividido en dos grupos, ante la mirada herida de la mayoría y con gran sorpresa. Agus, Lore y Max se sentaron junto a Kaisha que casualmente estaba sentada junto a Cyd, sin conversar con él claro, eso sería un suicidio. Nadie quería empezar el pandemonio excepto ellos dos que no paraban de mirarse, compitiendo en la comida, como lo harían con cualquier otra cosa.
La valentía venia de parte de Cyd, el que pagaba derecho de piso, el que sin dudas no conocía a Warner, quien ya tenía un lugar con los grupies, incluso el líder éxile. Solo tres personas se mostraban distante, admirando la situación en silencio listos para detener la lucha cuando se diera lugar.
A Cyd le molestaban tres cosas. La primera: Todos sabían que había pasado, incluso Kaisha, lo que la hacía tan cómplice como todos los demás aunque estuvieran allí “de su lado”. La segunda: La puta sonrisa de reptil que mostraba Warner en su boca cada vez que probaba un bocado, tentándolo a que lo golpeara ¿quizás?
La tercera era la peor y no la admitiría aunque se la intentaran sacar a golpes: ¿Podría vencerlo? Él quería creer que sí, pero ahora que lo tenía de frente y admiraba la corriente gélida de su “rival”, no estaba tan confiado ni tan seguro, por otra parte él no era una persona particularmente cobarde, más bien era tan valiente e instintivo que había causado muchos combates innecesarios, incluso el que lo había traído allí. Caminar con la armadura, Dios ¡menudo idiota!
Había aprendido su lección, como una bestia amansado ante su señor feudal que era su destino. Mascaba la comida, con calma y cuidado mientras tentaba la suerte de su próximo enfrentamiento que tan inevitable parecía. Su sonrisa lo acompañaba de forma irónica, la sonrisa de un depredador frente a la gélida de un reptil.
Hubo un punto en el que los éxiles prácticamente desearon que la lucha se diera de una vez, la tensión de comer en un silencio sepulcral, cortado solo por lo natural era demasiado. Incluso Kaisha ponía los ojos en blanco ante la inmadurez de su compañero que achicaba una situación de proporciones épicas. Los lados del duelo parecían haberse sentenciado aunque más que nada era por un tema de lealtad absurda. Hasta donde ella entendía claro.
Para sorpresa de todos Cyd; Quien termino primero, se levantó y dejo su plato en la losa para continuar con su día, sin dejar de sonreír a su enemigo hasta que abandono el lugar, allí el dialogo volvió a la normalidad como un suspiro de realidad que repentinamente aparecía para sonreírles una vez más a los valientes.
Cyd no estuvo en los alrededores y nadie más lo vio hasta la hora de la cena, apareció allí como si nada hubiera sucedido y esta vez sí, nadie sabía donde había estado su compañero. Warner lanzó un bufido de provocación que no fue bien respondido. El silencio esta vez, fue más grande.
Al despertarse, vio que Warner nuevamente había hecho de las suyas. Sonrió mientras pitaba el cigarro con las manos ocupadas en jugar con una pelota de goma. Era un cobarde entonces, no quedaba otro criterio de respuesta para mencionar como el dormitorio pintado de forma precaria, mostraba en ello una firma tajante para que se fuera.  
Sonrió, ya había tenido el duelo necesario, ya no era menester referirse a esta situación como algo que tuviera que afectar su compostura psiquiátrica. Caminó por el pasillo lúgubre mientras escuchaba el sonido del silencio y su propio pulso palpitando con fuerza… Tal vez hoy sí pensó.
Entro a la cocina con calma y tranquilidad, las mismas personas, el mismo ambiente tenso, nada que tuviera que alterarle. Warner continuaba allí, con esa sonrisa de reptil que no hacía más que acusar un ataque que no llegaría, era de sangre fría, debía ser un cobarde de primera.
Esta vez Cyd fue más frio, también fue bastante más maduro retirándose antes de que la presión fuera insostenible para sus compañeros. El combate era algo inevitable y él se encontraba cada vez más seguro de que iba a precisar estar en forma. Warner le ganaría, esas palabras daban vuelta en su cabeza como ese momento de nuestras vidas en el que vemos las fotos de todo lo que vivimos. Warner le ganaría, era muy poderoso incluso era menor que Cyd, pero algo de su confianza estaba equivocada, no lo tomaría por idiota.
-¿Por qué no combates contra él y ya?- le indagó una voz que ya conocía, la misma que le alteraba en sus recuerdos.
-Tú has dicho que perdería- respondió Cyd sacando un cigarro y encendiéndolo.
-Y lo harás, pero prefiero verte luchando que pensando. Tú eres un luchador querido, tú luchas, no eres un pensador. Gracias a que eres un luchador estamos aquí, estas aquí- dijo Kaisha y él sonrió con un dejo de nostalgia de aquella batalla final que tuvo, la última vez que tuvo que esforzarse tanto se había vuelto el dueño de una constelación. ¿Sería el mismo nivel de esfuerzo contra Warner? Si sería el mismo coraje que lo arrastraría por el abismo de la realidad para chocar con el suelo agrio de la esperanza.
-¿Ves?- le contesto ella y le señalo a su espalda. Él giró su rostro y quedo sorprendido. –La misma llama de vida, la misma esperanza que permite al fénix volar. La mismísima vida flameando en tu espalda. Como te dije, tú eres un luchador, no un pensador. Ya solo imaginar una pelea te llena tu cuerpo con una adrenalina tan pura como la luz. Es por eso que estamos aquí, para saber realmente hasta donde podemos llegar.
-Es cierto, en nuestra última batalla… Yo llegué a mi limite- contestó Cyd atento a su propio reflejo como si fuera la primera vez que lo viera realmente. –Yo sabía que no podía más, pero al llegar, supe que podía empujar un poco más y un poco más y un poco más. El resto está en las noches.
-Entonces no te sientas inseguro si ganaras o perderás. El resultado no va a afectar la visión de nadie, cada uno tiene las mismas dudas que tú y es por eso que la mayoría puede comprender. Además- le guiñó un ojo. –Todos sabemos que Warner se está comportando como un autentico imbécil contigo. Incluso justificado- termino alejándose.
Cyd no pensó en una respuesta que no iba a existir dentro suyo, tampoco era de agradecer, esto le saco una carcajada. Su vigor estaba renovado y eso era algo que solo lo podía hacer alguien que lo conociera muy bien, su sonrisa se ensancho mientras sus pasos comenzaron a avanzar en intensidad. Llegó a su dormitorio y recordó la última rutina de entrenamiento que había hecho, para así recrearla y crearse una falsa seguridad que; De tener que combatir esa misma noche, estaría ligeramente preparado.



2.

Durante los días siguientes Cyd dejó de mostrarse “maduro”, ya no tenía sentido ignorar las provocaciones tan evidentes del acuariano. Asusto a todos el martes de la semana siguiente (haciendo solo cuatro días que estaba allí) al sentarse al lado de su “némesis”. Las miradas transcurrieron entre ambos a apenas unos centímetros, no paso nada. Los éxiles empezaron a creer que seriamente nada iba a suceder y era solo un disfraz de ambos.
Lycario llegó a rumorear aburrido un día en una conversación intensa con Kaisha y Max que ellos estaban en un duelo por el liderazgo, que los que decidían la verdad eran los testigos que actuaban de forma democrática en el asunto. Estaba muy borracho, fue la decisión de los dos, ambos; Los únicos que sabían la verdad del asunto. Kaisha por lo menos lo tenía claro, Max lo suponía pero ya había demostrado que equivocarse no parecía estar en su naturaleza.
Max de hecho no había hecho otra cosa que observar la situación, desde la llegada de Cyd se le veía muy inquieto, perdiendo así gran parte de su infantilidad habitual. Separandose de los dos “infantes” de los éxiles, Agus y Lycario. De ahí venía la gran broma racista de Warner: “Uno mantiene relación con quien puede”. En los mayores, los más intrigados y sabios de entre los trece éxiles, causo una explosión de risas. En Cyd también que respondió con otra sutileza: “No ofende el que quiere, ofende el que puede”.
Este silencio fue la gota que derramo el vaso en la relación de ambos. La lucha de Warner por mantenerse coherente la mayoría del tiempo y no arrojarse encima de su compañero se notaba cada vez más y no faltaba mucho para que todo explotara.
Esto no le importaba a Cyd, que recién se levantaba de su primera semana dentro del Pandemónium. Sus días eran largos y continuaba esperando el llamado a una misión, algo que no debía demorar mucho más si fuera necesario.
El problema real era que Warner estaba comenzando a ser demasiado fastidioso, a él no le importaba claro, pero a sus compañeros les estaba haciendo la vida imposible. Tendría que darle un par de puñetazos o algo por el estilo para calmarle los aires, él también era bueno y esa seguridad estaba creciendo con los días. Si no, ¿porqué Warner había demorado tanto en atacarlo?, ¿porqué aún no lo había hecho?
Era porque él también le tenía miedo, un miedo que Cyd le acentuaría a puñetazos. Estaba todo decidido que no se podía demorar más, sería una idiotez demorarlo. Ese día estaba dispuesto todo, no aguantaba más sin una buena pelea y si Warner le vencía, abandonaba a los éxiles y listo, no era algo tan importante.
Este cambió rotundo en la actitud de Cyd se dejo notar desde el principio, en la comida se apartó de todos sus compañeros y quedo en un rincón, solo… En penitencia. Sin sacarle los ojos de encima a Warner dejándose fluir por su propia aura, una actitud provocativa que no se le escapo a nadie.
Warner por otra parte también se mostraba más motivado, el calor del aura de Cyd parecía dejarle ser y su sonrisa de reptil no demoró en mostrarse. El silencio rodeaba la mesa redonda de los éxiles hasta que el silencio se quebró de forma brutal.
-Te pateare el trasero- dijo Cyd dejando a todos sorprendidos.
Kaisha fue quien quedó más sorprendida, Cyd no era precisamente de los que anuncian un nocaut, pero ahora parecía muy decidido en su propia determinación, un llameo extraño que rodeaba sus ojos parecía intimidarla a ella. Que era quien más lo conocía, ya podía imaginar la reacción de los demás.
-Eso crees llamita- contestó Warner levantándose y caminando hacia su enemigo en un andar fulminante.
Las miradas de ellos quedaron detenidas por centímetros  y ninguno la aparto, Warner era una mole al lado de Cyd que parecía mucho más agil, extraño para ser más alto que su enemigo. Sus auras parecían llamear débilmente y eran apenas nítidas en sus espaldas, el fénix que se encontraba agazapado y rodeado por la serpiente, tal cual Cyd había querido que fuera.
Lo inevitable comenzaba cuando Asbard tomó su parte de canalla y sugirió que usaran el campo de entrenamiento, no era necesario destruir todo, solo había que destruir lo necesario.
Ambos aceptaron con una sonrisa y caminaron hacia el momento esperado en silencio. La escalera llevaba a la luz de un nuevo destino. Cyd la veía distante, en un nítido color grisáceo que parecía detener el tiempo de su mirada.
Los ojos de ambos estaban clavados en algún lugar que en realidad era el terreno de entrenamiento, un lugar de tan pocos recuerdos para los dos que a esta altura escribirían una nueva historia que siempre recordarían. Uno de los dos saldría victorioso, el otro humillado sin dudas, uno más humillado que el otro por motivos obvios.
Se detuvieron al mismo tiempo a metros de distancia y Cyd giró su cuerpo para tener a su enemigo de frente. Ninguno de los dos llevaba armadura, era la realidad del combate lo que se llamaba un combate de hombres.
-Solo un idiota le confiaría su vida a un artículo de defensa. El combate de hombres es a puño desnudo- dijo Warner y Cyd mostró un gesto de asentimiento hacia algo que decía su enemigo por primera vez.
Los éxiles se detuvieron a una distancia segura, dentro del palco donde algunos se tomaban sus refrescos para reposar e hidratarse luego de un largo día de entrenamiento, algunos sentados y otros de pie. Max estaba apoyado contra un casillero admirando el combate verbal con los brazos cruzados.
-No importa que seas mi compañero, no mostraré compasión ante alguien que acaba de decir que me pateara el trasero.
-Te gusta tanto el público, el lucirte que te venceré delante de todos, impondré mi imagen de respeto aquí y ahora- dijo Cyd como respuesta mientras tanto empezaba a flexionar sus piernas en pequeños saltitos que le aseguraban que aún no estaba oxidado.
-Ya verás la diferencia entre ser la elite nombrada y ser la elite real- contestó Warner y sus puños se endurecieron con tal fuerza que el sonido hueco fue quebrado al instante que daba un paso.
La batalla comenzaba con esa pisada que los dejaba a ambos a unos centímetros y la ansias en todos eran cada vez mayores en tanto el acuariano subía su guardia y daba el segundo paso, el del golpe. Quebró su cadera y su hombro acompaño perfectamente su movimiento en tanto su cuerpo se inclinaba levemente hacia la derecha, era un puñetazo básico de buena postura. Era veloz, en eso coincidían todos los éxiles, no faltaba mucha distancia para que el puño se incrustara en el rostro de Cyd.
El problema de ver algo, es que ver a veces es sinónimo de esquivar, bajo unos buenos reflejos claro. Cyd sonrió a pesar de no haber subido su guardia en ningún momento y esquivo el golpe con un movimiento leve pero rapidísimo de su cabeza, una estela de su trayectoria quedo clara y la sorpresa de Warner se repitió en el rostro de todos los éxiles, que enseguida miraron a la única persona que conocía previamente al éxile. Kaisha mostraba un semblante inescrutable, como una jugadora de póquer que alentaba a sus compañeros a seguir en lo suyo.
El segundo golpe de Warner no tardó en surgir de su zurda que agarró parte de la gravedad para quebrarla en un golpe espiral. Cyd ni siquiera se mostró sorprendido y esquivo el segundo, como también haría con el tercer y cuarto golpe, así sucesivamente durante varios puñetazos que se hicieron ya monótonos.
-Es muy rápido- dijo Agus rompiendo un poco el silencio.
-Lo es, sí- admitió Max pero debía aportar algo más, era el cerebro de los éxiles en ese momento- Igual no está haciendo alardes de sus habilidades, creo que puede llegar a moverse más rápido aún- al decir esto todos giraron sus rostros hacia él, excepto Kaisha que sonrió fríamente y cruzo sus brazos dejando expuesto su escote. –Él está midiendo sus movimientos, intentando conocer el tiempo de ataque de Warner, no quita sus ojos de los hombros de su enemigo, de donde nacen los golpes. Es habilidad y mucha velocidad, puede vencer.
Era el final que todos temían o en su mayoría, excepto los que si querían a Cyd dentro de los éxiles. ¿Qué sucedería si Cyd vencía? Era inimaginable la situación y muchos la temían con tal fervor que tal vez serian capaces de atacar al ofiucano para darle a Warner la oportunidad de vencer.
El problema llegó cuando Warner cometió un error, pisando mal el suelo de forma tosca perdió su concentración y para cuando la recupero su rostro estaba retrasado por un puñetazo que no pudo ver, pero tampoco sentir. Sonrió y se lanzó con un derechazo al cuerpo de su enemigo y explotó en un crujir fulminante.
Menuda fuerza pensaron todos, sin dudas le había roto alguna costilla en ese impacto. Algo que también mostraba el rostro de Cyd, el temor de que otro de esos puños se incrustara en algún otro lugar más peligroso, se retraso y esquivo el segundo golpe.
-¿No tiene fuerza en sus puños?- indagó Max a Kaisha y notó como ella suspiraba de impotencia.
No tiene fuerza, no puede ser. Está perdida esta batalla para él, si no puede golpearle se terminara cuando se cansé. Max giró su rostro y quedó más sorprendido aún, la boca de Cyd soltaba sangre, otra demostración de la fuerza de Warner. Había sido un golpe mucho más brutal de lo que se había prescenciado y eso que había sido terrible de ver. ¿Qué has hecho Cyd? Se preguntó.
No me puede dar de nuevo con esa derecha pensó Cyd mientras esquivaba, era de conocimiento de todos que sus gambetas estaban entorpecidas del lado izquierdo de su cuerpo, justo al lado del corazón le había dado. ¿Porqué no le he hecho daño?
-No pienses más tonto- susurro Max tan bajo que solo algunos, a favor del comentario lo escucharon.
Estaba pensando tanto que sus gambetas se volvían más lentas, sus movimientos más pesados. El dolor le tenía aturdido, así parecía ser, era la oportunidad de Warner que se lanzó nuevamente con el mismo golpe de derecha directo hacia el corazón de su enemigo, para terminar de destrozarlo.
Cyd se movió tan rápido que ahora a nadie le quedaba duda de su valentía, le azoto con un golpe que imito un latigo y desapareció de la vista de todos para quedar a espaldas de Warner. Era tan preciso el movimiento que poco importaba que no le hubiera hecho daño, le había dado un golpe de moral.
Hasta que se retraso y se hundió en su dolor cuando sus piernas empezaron a temblar. ¿Le ha golpeado? Se preguntó Kaisha por primera vez preocupada por el combate, no ha recibido el impacto, hay algo más detrás de esto.
-Lo has esquivado un poco tarde, ¿tan rápido pierdes los reflejos llamita?- preguntó Warner caminando ciegamente hacia donde se encontraba Cyd.
Él perdió su concentración y se abalanzó directo al combate, a la sonrisa de reptil de su enemigo. El error que le costaría el combate, incluso pudiendo esquivar el mejor golpe de su enemigo, lo que se conoce como infight era de Warner, donde la fuerza era lo que importaba.
Esto se notó también en el combate, a pesar que Cyd era ágil y continuaba esquivando golpes con gran habilidad, si un golpe de Warner le rozaba apenas, su cuerpo se retraía de dolor e incluso a veces gemía de dolor para volver al combate. Tampoco medía las distancias y repentinamente se encontró encerrado ante un muro.
Warner recibió centenares de impactos de su enemigo, ninguno le hizo daño igual que el picar de un mosquito, era tal la diferencia de fuerza que Cyd empezó a sentir como la impotencia crecía en su cuerpo.
Cuanto menos concentrado estaba, más golpes recibía, no aguantaría mucho más, nadie lo sabía mejor que ellos, pero Max ya lo tenía claro también. Estaba decidido, Warner había vencido en justa razón y se había ganado el respeto de todos sus compañeros.
Los impactos comenzaron a llegar y el rostro de Cyd comenzó a desfigurarse, ya no respondía casi y era la oportunidad del acuariano, de humillarlo. Un gancho que aseguraba su victoria para dejarle caer con toda la impotencia de no haber recibido el último golpe mientras admiraba la espalda de quien le había vencido, la victoria perfecta.
La mirada de Cyd cambió y a la misma velocidad de siempre giró apenas su cadera para lanzarle un golpe a la boca del estomago a su rival que lo cogió por sorpresa quitándole el aire, a esa misma velocidad desapareció del rango visual de su enemigo para caer sobre su rodilla izquierda al estar a una distancia segura.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Asbard sorprendido.
-Algo ha cambiado, está vez Warner si ha sentido el golpe. La determinación de Cyd, ¿quizás?- respondió Max mirando a Kaisha que tampoco parecía encontrar una respuesta o tal vez lo disimulaba, seguramente fuera eso.
Cyd de Ofiuco los tenía a todos sorprendidos, no quitaba su mirada del suelo y la calima de su propia mirada le tenía entumecido, sus sentidos decaían y volvían velozmente. Se sentía más fuerte que antes, como si pudiera vencer. ¿Voy a perder así sin haberle hecho sufrir?, merece un golpe, uno que le dañé, es todo lo que puedo hacer para retirarme con honor.
Su cuerpo recuperaba su pose de pelea conforme Warner recuperaba su oxigeno, ¿le había dolido? Imposible jamás antes le había dolido un golpe. Antes de poder reaccionar y poder terminar de preguntarse qué carajo había sucedido, ya tenía a Cyd de frente a él con su guardia en alto en un trote muy ágil, sin temor a recibir un impacto. ¿De dónde había sacado esa valentía?
El golpe exploto en la mandíbula de Warner y lo retraso unos centímetros, sintió como sus huesos roían el pánico de sus palabras que no lograban salir. ¡Es tu oportunidad le ha dolido! Se gritó Cyd a sí mismo y se abalanzó de nuevo con una zurda bestial que reventó la sien de su enemigo.
Esta vez era Warner quien retrocedía, claro que no era tan rápido como Cyd y esto complicaba su retirada a un lugar seguro, donde pudiera volver al cuerpo a cuerpo.
-¿Cómo se puede mover así si hace unos segundos ni siquiera estaba respondiendo?- preguntó Summun sintiendo un sudor frio en su espalda.
Era la misma pregunta que se hacían todos, el golpe de Cyd que reventaba el hígado de Warner y le hacia escupir sangre, su rostro había cambiado. Su respiración había cambiado, estaba furioso ante tal humillación, tanta humillación que no merecía perder en una batalla, era su mejor combustible.
Esquivaba un golpe tras otro de su enemigo y continuaba azotándolo, Warner no podía sacarse a su enemigo de encima que continuaba golpeando una y otra vez. Se dividía entre la sien, el hígado, los riñones, la mandíbula y la boca del estomago. ¡Los puntos vitales! Pensó Max y su rostro se vio perdido en un gesto de sorpresa.
¿Qué cree que está haciendo?, recibió otro impacto que silencio la cuestionante obvia, la respondió. La sangre salió como una erupción volcánica en una gélida realidad. En el momento en el que Cyd se había percatado que podía vencer, todo había terminado.
El decimo golpe de Cyd estalló en la mandíbula, Warner no era solo fuerte también podía aguantar mucho, pero no importaba cuanta masa muscular tuviera, no dejaba de ser un humano. Girando su cuerpo mientras se agachaba le lanzó un puñetazo justo al punto de conexión con el brazo y le detuvo su derecha. Con su guardia fuera ahora era una presa fácil, víctima de su propia fobia a una derrota segura.
Cuando el golpe de Cyd impactó en su mandíbula y reventó parte del muro junto con la fisura que le causo a Warner no le quedó la menor duda. ¡Está intentando matarme!
Lo cierto era que Cyd se movía solo por instinto animal, su cuerpo parecía recordar los puntos vitales de tal forma que antes de pensarlo ya estaba por destrozar a su enemigo que era solo sangre helada. Su fuerza aumentaba con su determinación y su ceguera era evidente que estaba allí, ya había dejado de ser un humano.
Max tragó saliva, ¿este era el poder de ambos?, él podría vencer a Warner no le cabía la menor duda, dependía mucho de su fuerza y poco de su inteligencia. Pero… ¿Cyd?, era un reto que no pensaba aceptar. Su mirada continuaba lejos de lo humano y su cuerpo avanzaba cada vez más agigantando su imagen, Warner ya no respondía más y en cualquier momento perdería la conciencia dejando a todos los éxiles de testigo del asesinato más brutal que habían visto.
Dos pares de manos detuvieron a Cyd, Asbard y Summun, los dos mayores dentro de los éxiles aparecieron para evitar que esto sucediera. Pero la determinación de Cyd había aumentado desmesuradamente al encontrarse detenido de su victoria y los arrastró para volver a golpear a Warner unas tres veces, antes que aparecieran los demás aliados del grupo para intentar detenerlo.
Warner admiró en sus últimos segundos de conciencia como Cyd avanzaba su puño directo hacia su rostro, era el golpe final, no podría aguantar otro más de esos impactos demoledores. “No me mates” pensó moviendo sus labios para caer desvanecido.
El silencio era corrompido únicamente por la respiración agitada de Cyd que de un tirón retiro a todos los éxiles para alejarse de allí sin responder a los intentos de detenerlo por parte de Agus y Lycario.
-Déjalo, no merece la pena que esté aquí- dijo Kaisha severamente para Agus que tenía los ojos llorosos, ella la abrazó y también dejo que sus ojos se empaparan en sal de sufrimiento.
Max también se había retirado, antes que Cyd incluso, pero estaba en su dormitorio. Lejos de tanto favoritismo intentando alimentar su neutralidad, aún aterrado ante la demostración de poder brutal por parte de alguien que decía llamarse su compañero. Tal vez si fuera mejor que Cyd dejara los éxiles, no parecía una persona muy bondadosa. Incluso sus golpes mal intencionados tendrían repercusión durante un tiempo largo en Warner. Aunque lo cierto era que les había dado una lección, no debían subestimar a nadie. Con esta idea en la cabeza Max se sumió en un estado de meditación absoluta intentando responder a la interrogante obvia. Si se viera obligado a enfrentarlo, ¿podría vencerlo?

jueves, 19 de julio de 2012

El ataque a la emergencia (Día-Z)

El viento nos sacudía rápido por la entrada de Camino Maldonado, la cantidad de autos destrozados en medio de la carretera hacía que nos preguntáramos como les estaría yendo a los que iban en auto, yendo en moto teníamos esa única ventaja de poder esquivar coches con mayor facilidad y gracilidad. Queríamos hacer todo enseguida, el aire putrefacto y denso, cargado de humedad sangrienta nos tenía ya muy agotados, nos recordaba la huida desesperada que habíamos tenido en pos de un futuro que ahora estaba más inseguro que nunca, no veíamos un signo de vida delante. Tal vez aquella fortificación que dejamos atrás para traerle suplementos que nos harían durar más.

Pero lo único que nos preocupaba era el hecho que los zombies continuaran allí, deshidratados y destruidos por la falta de comida, pero estaban allí, eran más lentos que antes aunque continuaban siendo un peligro en masas mayores. Parecían ser una versión reducida de lo que se creía al principio que podria haber sido, ahora al mirarlos me daba cuenta, aun contaban con un monton de sus facciones humanas impregnadas en sus cuerpos putrefactos. En un virus avanzado y de buena calidad se hubieran convertido en monstruos, era esto acaso, ¿una especie de beta?

Muchas preguntas que me plantee en todo el camino hasta la Medica Uruguaya, era el lugar a preferir para la elección, allí habría medicación para cuidar a nuestros enfermos y además la ventaja de algunos alimentos que aunque no fueran de primera calidad, cumplian su labor y además, eran muchos. Esas pequeñas cosas nos hicieron encaminarnos a uno de los lugares más poblados de la ciudad, donde seguramente hubiera más de esas criaturas en la vuelta, bajo la seguridad que entrariamos y saldriamos llenos de provisiones para sobrevivir un largo tiempo.

Dejo la moto estacionada en el lado de la emergencia, impenetrable para esas criaturas, nos daría la ventaja de un escape. Seguía yo preocupado porque no veía a nadie que alentara tener una vida y no hacía tanto tiempo que nos habiamos ido, unos meses y nada más. Unos meses... ¿Ese había sido el tiempo que le había llevado a la humanidad a perecer? Mierda.

Saque la Glock de la cartuchera y la deje en mi mano, era lo más prudente ante esta situación porque no estaba seguro que habría detras de la puerta número uno. Hacer silencio, decían que era lo más prudente, en un caso de vida o muerte, el silencio es la ultima de tus preocupaciones; Es más... Prefieres el sonido porque te asegura que aun sigues vivo.

Lukz dejó oculto el vehiculo y yo pensaba en muchas cosas, sobre todo en el hecho que una vez decidí que el ruido era valido, recordaba que la moto había entrado dentro de un espacio cerrado que ocasionaba eco en todas partes. Todas las bestias vendrian hacía nosotros, las de dentro del edificio seguro.

Recuerdo que el sonido del silencio me hablaba en voces paranoicas que rondaban mi cabeza y me amenazaban de muerte, el olor a carroña que nos rompía las narices. La reacción de Lukz, superior a la mia, tomando su rifle Remington con mira firmemente y sin gritar, el aire era denso y nuestros pasos estaban perdiendo fuerza. La voluntad de nuestra supervivencia era lo que nos quedaba.

Los habíamos llevado a todos a nuestra muerte, cientos de esas criaturas estaban bajando la calle principal de entrada al garage y nuestra unica chance de sobrevivir sería atrincherarnos dentro de la emergencia, teniendo en cuenta que habría otro centenar más dentro. Tragué saliva y toque mi espalda, donde mi escopeta recortada esperaba ansiosa que la usara por una vez.

Habíamos practicado con algunos animales muertos, era mejor conocer la sensación de estar disparando a carne que a un trozo de papel... Estaba al lado de la entrada de la emergencia junto con Lukz que cada tanto disparaba a alguna cabeza, sacandome la conciencia unos segundos.  El rostro de Agus danzaba en mi cabeza, recordaba su cuerpo y su dibujo en la sombra de la noche en mi cama, mi velocidad fue mayor y entré como una exhalación, rezando que tuvieramos una forma de escapar, ya podriamos coger otro vehiculo para nuestra huida.

La respiración se me cortó al ver que no eramos los unicos allí, dos personas me miraron, con su mirada perdida y putrefacta en el asco de la vida que viviamos.

-¡Sal de nuestro rango de tiro imbecil!- me gritaron y agarré a Lukz para llevarmelo hacia la entrada a la puerta numero uno, la que tanto temía.

Antes de poder reaccionar ya había gastado las dos balas de la escopeta y estaba cubierto de la sangre de las tres criaturas que había, era un salón frio con un color gricaseo que se caía en el moho. Era nuestra mejor oportunidad o al menos era si la mia.

-Lukz, vas a tener que posicionarte junto a los nuevos... Yo desde acá con la escopeta a poco rango de distancia tengo más oportunidad de llevarme a algunos.
-¿Estas pensando en combatir?...
-Sí.
-Bueno... No era mi idea de entrada a la emergencia pero precisamos acción- contesto y enseguida se hecho un trote corto para ocupar su posición.

Dentro del cuarto, solo. Mi claustrofobia aumentaba cada vez más, podia sentir el eco de mi respiración, mi presión que explotaba en mi cuello amenazando con sacarmelo. Todo se volvió oscuro en mi memoria, una parte de mi realmente deseaba reprimir lo que ibamos a hacer. Con una imagen fotografica el primer zombie coloco su pie en mi rango de disparo, estaban esperando mi aviso, mi acción, "The initiator".

Disparé cuando vi dos pares más de pies, las dos balas arrancaron de cuajo la mitad del cuerpo de las bestias y rapidamente todo se lleno de gritos y polvora. Era como en un videojuego, las oleadas llegaban una tras otra y los insultos eran una cosa común; Salvando que acá nuestra vida estaba en juego y nuestros insultos eran de odio autentico ante cualquier error que pudieramos tener.

El bolso lo tenia Lukz, así que me quede sin balas casi enseguida, los tres cargadores de la Glock y las dieciocho balas de la escopeta se esfumaron en la primera oleada. Esta vez un frio sudor recorrió toda mi espalda y sacudió lo que quedaba de humanidad dentro mio, tendría que pasar por esa puerta, no importaba como y llegar a las balas.

Antes que pudiera pensar en una forma de hacerlo, una luz de iluminación barata se mostró. Dos cajas de balas que salieron directo a la puerta reventandola en un sonido sordo. Lukz al rescate... Sonreí.

Mientras cargaba las balas dentro de los cargadores de la Glock escuchaba los gritos y la cantidad de cuerpos que había en el suelo, creando una pequeña montaña que nos servia como muro de contención... El olor era insoportable, extrañaba mucho fumar por el simple hecho de no tener que sentir nada de esto, el primer zombie se asomó a la puerta viendo el flanco libre para atacarme, veía a traves del vidrio como intentaba pentetrar en la entrada.

Nuevamente una oleada de gritos, de porque la criatura estaba allí, ¿como era posible esto?, le meti un puñetazo y empecé forcejear con mi vida para mantener la puerta cerrada, mientras las cabezas de las criaturas salian despedidas en jugos grises de sus propios cerebros destruidos. El pandemonio estaba desatado y quedaba el otro centenar que vendría por la espalda.

Todo oscureció en mi mente mientras girabamos nuestras caderas prontos para la siguiente oleada, la ultima oleada, la que llegaba desde dentro de nuestros corazones.

lunes, 9 de julio de 2012

La primer expedición (Día-Z)

Había llegado el momento crucial y estábamos prontos para afrontar cualquier cosa que tuviéramos en nuestro camino, tantos meses de preparación tenia que llevarnos a algún lugar, esa era la idea. Los recursos en algún momento se iban a acabar y nosotros debíamos buscar más, nosotros, los que eramos capaces de hacer algo, porque nunca faltan los que aprovechan estas glorias que se pueden llegar a escribir con su sangre, ya que toda acción tiene un sacrificio global, tanto para el que mira que usa su memoria como para el que hace que gasta su esfuerzo.

Lo más prudente era volver a la capital, allí, encerrados en ese salón comunal que había sido una preciosa parrillada para los bienaventurados turistas de ruta, se tomaban las decisiones desde nuestra llegada. Pocas noticias nos llegaban desde lo más lejos de la ciudad, esas tampoco eran alentadoras. Todo estaba muy mal, todo estaba muy mal.

Yo sonreía mientras jugaba con el hielo de mi vino, había dejado el cigarro, ya se volvería un bien digno de lucha y yo no quería luchar por algo que hacía mucho tiempo podría haber elegido no hacerlo. Sonreía porque en una época creía que podía cambiar el mundo, que yo sería un referente de cambio en alguien. Mirando la situación que se me mostraba, me daba cuenta que era obra de mi ego, que ese era mi ego... Lo cual no quiere decir que tenga que ser el ego de otros.

Algunos ya habían fallecido y nuestro mayor temor se había confirmado; Se convertían en zombies no importaba la forma en la que murieran, incluso siendo está de forma natural. Últimamente me parecía todo divertido, aunque nadie entendía el porqué y mucho menos me acompañaba, todos los ojos estaban clavados en mi sonrisa tonta y perdida mientras terminaba de degustar el décimo vaso de vino tinto.

-A mi me parece...- comencé con gran dificultad verbal. -que deberíamos dividirnos, no hacerlo de forma multitudinaria, debemos dividir el esfuerzo y también las posibilidades que nos encuentren. Vehículos sobran, grupos de cuatro personas para los autos y dos personas para las motos.

La gente me miraba de forma extraña, seguramente seguros de que eso ya se había dicho, que era cierto. Aunque la división numérica fuera una idea propia mía. Yo hablaba de usar todos los vehículos de la zona, mientras que ellos querían usar unos pocos, los que fueran capaces de ir, cosa que tampoco estaba en discusión. Yo solo prefería hacerlo más accesible y recordar que esa comida que recogeríamos, sería la comida que ellos comerían mañana.

La gente no quedo muy de acuerdo pero tampoco me importó mucho, cuando se termino la reunión la lucha de egos entre los más poderosos y los que creían ser los más poderosos continuaba. Los que eran capaces de tomar las decisiones ya iban directo a los vehículos y los que no, recordaban ese olor a humo asado, como el de la carne quemándose, que eran los cadáveres de los muertos dejados en la ciudad. Evitando así que se pudriera el pueblo.

-Parece que es una misión- dijo Lukz aprontando la moto, pequeños ajustes y pruebas para asegurarse que todo estuviera en orden.
-Caliente caliente detective- le respondí y me apoye contra la pared de su garaje a la espera que estuviéramos prontos para partir.

lunes, 4 de junio de 2012

El yermo que somos nosotros


Andaba sobre la punta de sus pies, le intrigaba realmente que estaban haciendo allí, en ese sótano. El hogar era cálido a pesar de tener las paredes podridas en la humedad y el oxido, pero; ¿qué casa no estaba así por ese entonces?


Sus bocanadas de aire eran sordas y sus pisadas eran invisibles, avanzaba tan lento que hasta podría imaginar la reacción de la familia Smith si le encontraban allí, a hurtadillas por robar esa llave.


Llegó al dormitorio y agudizó sus sentidos, su propio instinto animal le guiaba para llegar al lado del caballero de camisa roja con vaqueros gastados, ese, que tenía la puta llave.


Lo cierto es, tampoco era la primera vez que hacía eso. Se había vuelto un aficionado muy fuerte a la hora de mencionar el acto de desplumar a alguien, no porque fuera una pasión o su trabajo, lo hacía cuando era simplemente obligatorio, cuando fuera algo de demasiado valor y muy difícil de conseguir.


Una vez con la llave en la mano el resto del camino se torno lento y ansioso, hasta que no pusiera la llave en el sótano no iba a estar tranquilo, esa tranquilidad era obligatoria para él, para su calma personal y para sus próximos sueños perdidos en el anhelo de un futuro posible.


La llave entro casi con vaselina, como si hubiera estado lubricada la cerradura, la giro y el leve "clic" le indico que ya era hora de ponerse en marcha para poder entrar al sitio de la intriga. Cogió una bocanada de aire y encendió su chesquero para hacer un leve haz de luz, la humedad de las paredes le causaban claustrofobia, era un camino angosto y de textura áspera.


Un olor salado se hundió en su nariz a unos escalones de llegar, un olor cálido, reciente podría llegar a decir. Se le hacía tan familiar, tampoco es que fuera un santo, estaba acostumbrado a todo tipo de cosas al caminar por el desierto de lo que era ahora el planeta. Aun así, sintió un leve sudor frío recorriéndole las entrañas de su propio ser, dentro de su corazón, sentía que las cosas no iban bien.


Cuando llegó al nivel del suelo, vio unas camillas muy mal iluminadas, el olor era más fuerte con cada paso que daba, independientemente de ya haber llegado a destino. Se tomo la nariz, era un olor espeso y casi metálico que rodeaba todo. La mala espina del "carroñero" aumentó de tamaño cuando vio un trozo de remera destrozada en el suelo. Capaz que es una mascota, algo que quieran ocultar de los vecinos, son demasiado gentiles y a fin de cuentas todos tenemos un muerto en el placard pensó. Su curiosidad y su determinación de la bondad y la maldad, duró hasta que movió la primera sabana que tuvo al alcance.


Su rostro palideció, él no era un santo, pero esto era demasiado fuerte, incluso para una persona empapada de realidad. Era una persona, mutilada brutalmente, con cortes precisos y las entrañas e intestinos tirados sobre la mesa. Le sorprendió la calidez de la mirada de esta persona ya muerta, lo que le anunciaba que el asesinato era reciente, eran cortes meticulosos, profesionales, a modo de no desperdiciar... ¿qué? Barrió la sala con la mirada y quedó frenado en una heladera de color plata que se encontraba allí. Este instrumento argento portaba dentro, sin lugar a dudas lo que quedaba de esta persona.


Sus piernas reaccionaron más rápido que él y para cuando quiso recordar ya estaba en la sala común, haciendo un barullo considerable. ¿Qué importaba? Pensó furioso por su estúpida curiosidad que nunca tenía un resultado bueno, que siempre llevaba a cosas así, sucesos evitables.


Al abrir la puerta, se encontró con algo que lo dejo aun más frío que lo que había visto abajo. La familia Smith en su totalidad, excepto el hijo menor estaba allí, mirándole con sus armas empuñadas. ¿Cuánto tiempo he demorado allí abajo? Él estaba seguro que habían sido solo unos segundos, la mala espina de su pecho aumentó ante una emboscada tan evidente. En un mundo oportunista esta familia de caníbales era más despiadada de lo permitido, eran el infierno real dentro del relato urbano y poco fiable del vecino. Él pasó de ser, el "carroñero" al "justiciero" y sonrió debajo de su gorra de pescador.


-Supongo que ya tenemos cena para esta noche- se limito a decir el señor Smith con su sonrisa de depredador.

lunes, 28 de mayo de 2012

La hora de reposo (Día-Z)

Hacía ya muchas horas que no veíamos ninguna de esas criaturas, llegamos a un pueblo perdido del país, sea esta nuestra unica esperanza contra este mal. El pueblo contaba con apenas unos ciento cincuenta habitantes y muchos habían huido hacía la capital para encontrar a sus seres queridos. Pobres ilusos pensé de forma melancólica.

Yo me hallaba en la cama, junto a ella que posaba desnuda para mí entre ronquidos y demás. Yo no podía dormir y no creía en ese momento que pudiera volver a hacerlo en la vida. Tenía que tomar una decisión que fuera lo más sabia posible o al menos lo suficiente para llevar adelante al pequeño grupo que eramos. Estaba en una pequeña casa de un pueblo en el medio de la nada, no era para menos que mi mentalidad fuera tan utópica.

Tengo que salir a matar a una de esas criaturas... Esa era la única cosa que tenía en mente en ese momento, era la única realidad que acontecía en mi cabeza. Por primera vez en mucho tiempo contaba con la paz interna que jamás había soñado, no había un vehículo moviéndose ni un perro ladrando, no había sonidos a pasos en el pedregullo o el empujón del viento molesto en las hojas de los arboles cercanos y vencidos de cansancio por ese gesto de la naturaleza.

Todo se estaba yendo a la mierda muy rápido, de repente podíamos dormir y despertarnos con alguna de esas criaturas encima, aunque tampoco estaba seguro la verdad. Era más bien una paranoia de la vida que tenía en mi cabeza, eso no importaba.

Agarré un cigarro y camine en ropa interior por todo el suelo helado de baldosas húmedas. La canción de rockwell somebody is watching me sonaba en mi cabeza con cierta ironía, tomaba el aire de forma paulatina y mis pasos se escuchaban de forma hueca por toda la casa. Mis suegros y mis padres estaban en casas vecinas, mi viejo estaba a una cuadra y sería seguramente otro que no podría dormir en esa noche. Ansias de un porvenir que ambos teníamos en la cabeza y deseábamos cumplir.

Me senté en el escalón de entrada y me quede fumando el cigarro, mirando las estrellas de un cielo despejado con millones de cosas mejores que mirarme a mí. Yo sabía que eso era algo que yo debía tener grabado en mi cabeza, como algo que era lo real, esas estrellas y ese cielo nos daban la paz necesaria para saber que había algo mejor que el apocalipsis que íbamos a vivir. Necesitábamos recoger más provisiones porque estaban mal divididas, necesitábamos más armas y más gente que quisiera dispararlas. Yo necesitaba otra cosa.

-¿Estas bien Pela?- bingo, sentí sus brazos rodeándome y sonreí para mis adentros, levantándome para entrar a la casa y cerrando con cautela la puerta para no tener que encontrarme con una sorpresa.

jueves, 17 de mayo de 2012

La seguridad de la pradera (Día-Z)


Entramos a la cooperativa y nos bajamos enseguida del auto, no había barullo alguno pero la gente estaba preseleccionada. Éramos menos, Die y Pato se iban a encargar de hacer una compra masiva, la ultima compra de sus vidas, con las provisiones necesarias para el viaje. Miré tenso al bebe, era una verdadera locura lo aparte que estaba la cooperativa de la catástrofe. Enseguida algunos vecinos vieron en mi rostro la chispa de lo perdido, la expresión apocalíptica que me acompañaba y sintieron miedo.


Estuvimos unos cuarenta minutos luchando con mi familia y algunos amigos, “los vatos locos”. Gente que precisábamos para el camino. Mensajes corriendo y la gente aparecía enseguida allí. Al final éramos casi todos los que podía llevar el camión de Luis, donde personalmente fui a convencerlo de forma “amistosa” para tener acceso a él. Era mejor que el dueño no sé corrompiera por el transporte. Algo que; pronto sería material escaso de seguir todo avanzando a tal velocidad.


Cuando el Die y el Pato llegaron gastaron todos nuestros ahorros, no había de otra forma. Pero, no era un momento para hacer un atentado, no queríamos terminar presos cuando las criaturas estuvieran en el barrio. Saque una caja de cigarros y me encendí el primer pucho de mi nueva vida. La vida de un liderazgo que todos debíamos llevar a cabo, la vida del socialismo en su estado puro. Éramos la especie en vías de extinción y precisábamos estar juntos, solo quienes eran consciente de esto iban a ir con nosotros.


El trabajo fue arduo, pero estuvo bien hecho, todos cargamos un poco de lo nuestro para llenar el camión con lo fundamental, comida no perecedera, agua mineral, cigarros, comida para alguna mascota que íbamos a llevar, ropa de cambio (esto iba en bolsos que cada familia armaba), etc. Lentamente fueron apareciendo los familiares o amigos de casi todos, un número muy grande de personas para cargarlas en el camión teniendo en cuenta las provisiones que llevábamos. Por suerte algunos fueron inteligentes y trajeron coches, además contando también con los de la cooperativa teníamos un buen monto de vehículos para poder salir.


El hecho de estar encerrados en un espacio prudente, además; contando también con la calidez de tener gente conocida cerca hizo del sector de reunión algo irrefutable. Debía ser allí y de allí saldríamos hacia un rumbo desconocido todos juntos. Mi idea no era llevar tanta gente… Aunque tampoco podía negar a los demás que trajeran a sus seres queridos, de todas formas ya arreglaríamos ese problema en las primeras expediciones por los alrededores que daríamos. Tendríamos que ser un grupo más reducido y eso no se podía negar de ninguna forma.


Fue solo a las tres horas y media de que llegamos a la cooperativa que toda la gente se junto en el punto pactado. Alrededor de ciento veinte personas estaban allí, listas para partir al primer grito de aviso, aún faltaban pocas cosas para poder salir del todo. Por primera vez en todo el día abracé a mi novia y me quedé perdido allí, un largo y misterioso trayecto nos esperaba, debía decir algo aunque no estaba seguro de que.


-Te amo- fue todo lo que logré decir y aunque sabía la respuesta no la escuche. Mi mirada hablaba por mí, sería un largo trayecto donde tendríamos que tomar un poco de distancia por el bien de todos.


A las cuatro horas de nuestra llegada a la cooperativa, se escucharon los primeros gritos de terror, nosotros doblábamos la horquilla de Durán y la realidad volvía a nosotros. Los drogadictos de la vuelta intentaron colarse al camión pero fueron repelidos por un instinto de supervivencia aun mayor que el de una toxina, el real.


En busca de una pradera segura y solitaria partimos, algún lugar con casas más o menos cerca pero a una distancia prudente, donde sus dueños en su afán por encontrarse con familias ya perdidas en esta guerra biológica, nos “prestara” la materia prima para armar un domicilio propio que cumpliera nuestras exigencias. No servía de nada ir a lugares religiosos o superpoblados, allí íbamos a ser presa fácil, esa fue la condición que pusimos para la utopía de sobrevivir, dignarse a por lo menos seguir una orden única e intangible: “Alejarse de las zonas pobladas en primera instancia. A partir de ello podrán tomar el camino que ustedes quieran y no los detendremos”.

martes, 15 de mayo de 2012

La huida a Durán (Día-Z)

Entrar allí, fue un juego de niños. Me baje del auto casi de un salto y con el Die entramos, siendo los dos altos, además de complexión fuerte y maciza. Nadie podría resistir eso. Fue todo mucho más rápido de lo que me hubiera gustado, entré casi corriendo y con tres pasos ya estaba enfrente al vendedor. En medio de ese trote lo agarre y lo tire contra el mostrador, mis ojos mostraban desesperación autentica, sin dudas. Él no pudo ofrecer resistencia a mi expresión facial y cedió a cualquiera de nuestras exigencias. Entre gritos y golpes conseguimos bastantes cosas útiles para nuestro camino, suministros que bien nos harían falta. Con la ayuda de Die, en dos o tres bolsos (que robamos de allí mismo), llenos de munición. Agarramos las armas correctas o al menos eso creíamos, no importaba mucho tampoco. Habíamos agarrado tantas armas que tendríamos ir con ellas en nuestra falda.


Lukz se portó como un autentico conductor de un robo de banco, apenas entramos de nuevo al coche acelero como un desesperado. Siguiente parada: Lo del bebe, un amigo, además de una persona con una complexión física imponente, sin contar que nunca dudaba su gatillo, eso era otro de los motivos. Íbamos a precisar gente que no dudara.


El dialogo se hizo corto, más de lo que esperaba, el ruido de gente huyendo dio credibilidad a mi historia, él no dudo. Sus ojos cristalinos se plantaron en el coche donde íbamos a entrar muy apretados sin dudas, había demasiadas cosas y poco espacio.


-Vamos a tener que conseguir algo más grande. No vamos a poder llevar a nadie más si no Pela- me dijo Lukz y yo lo mire por el espejo retrovisor.
-Ahora tenemos que ir a la cooperativa, tengo un camión ahí en vista. Lo más seguro, ¿A dónde seria ir?- pregunte yo como cosa general.
-No sé, la verdad no tengo idea del alcance de esto- contesto Die con su voz casi susurrando mientras Lukz ponía en marcha el vehículo nuevamente.
-Lo más seguro sería ir hacia algún lugar poco poblado, ¿no?- preguntó Pato, esa sabiduría poco común que salía de él, cosas que lo hacían un tótem en el equipo, cosas por las cuales la fortuna lo había puesto con nosotros.
-Vamos a tener que salir al interior. Pero, vamos a precisar más cosas entonces- dijo el Bebe continuando la idea de todos.
-Primero vamos a preocuparnos del camión, de conseguir alguna que otra persona. Les aviso a todos- dije pausando mi voz, yo tampoco quería creer lo que iba a decir. –Vamos a tener que dejar a mucha gente atrás. Vamos a tener que hacer cosas que no nos van a gustar. Pero, no se me ocurre otra cosa que decir, afortunados nosotros que acá estamos. Para por lo del Massi antes- le dije a Lukz y me retrase para quedar en el respaldo.


Mire a Agus, ella con sus ojos café apenas cruzó un segundo la mirada conmigo. Nada más, ella no me hablo y yo tampoco. El trayecto transcurrió dentro de lo normal, extrañamente, no había mucho tráfico en la zona pobre de Montevideo dado que aun no llegaba el maldito virus. Eso nos daba una ventaja, como una desventaja. Yo había pensado en agarrar el camión por sorpresa, como el hijo de puta que debía ser. Por una vez estaba seguro que tenía una decisión por delante.


Lo cierto es que… A pesar de lo normal, el viaje transcurrió en un silencio sepulcral, con nuestras dudas planteadas. Mire a Agus varias veces, pero ella estaba enfadada por el hostile takeover que hicimos en la armería. Era el riesgo de tomar decisiones de líder sin experiencia previa, un líder de verdad que pronto debíamos decidir, iba a llevarse el crédito de las buenas y los insultos de las malas. Solo importaba una cosa… pensé por fin cuando estábamos entrando a la calle Durán, cerca de mi cooperativa. Debíamos sobrevivir, alejarnos de toda esa mierda y rezar que no fuera una prueba biológica o una especie de fumigación nuclear posterior terminara con nosotros.