miércoles, 22 de febrero de 2012

El Viejo Verde (Viejo Verde)

Se encontraba lejos de ese lugar, perdido en un tiempo pagano, en una batalla épica de la edad media. Ese era el lugar donde le gustaba estar. Era donde se creía, alguien o sí mismo. Esa era la parte interesante de ser quien era, no lo tenía del todo claro. ¿Cómo alguien con semejante nivel de violencia en su vida, podía tener una afición tan tonta?
No oía su alrededor, es que la verdad tampoco tenía sentido oírlo. Desde que estaba en Uruguay, su vida, había sido un mártir de pocas palabras. Le odiaban, era una persona con fama en una potencia mundial. No la fama que todos quisieran tener, evidentemente estaban alimentados por el proyecto policíaco de EEUU, lugar, de donde él provenía. Ser policía, no incluía ninguna de las cosas comunes de un oficial en una película. Nunca era tan fácil pegar cuatro gritos y que te respetaran. Venía de la mano con una actitud, un estandarte y una firmeza que, lamentablemente, no se encontraban en el país sur de América. 


Se despertó de la batalla que miraba, que no era de acero, era de filosofia, de música, una batalla cultural, como a él le gustaban. Esas batallas donde, ni bien una buena habilidad pugilista era más que aceptada, pero como parte de un deporte, no como cosa cotidiana. Se despertó, alguien golpeaba la puerta de su casa. Avanzó furioso sobre el cuarto diminuto de la pensión que alquilaba en 18 de Julio. Al abrir, se llevo una sorpresa, su compañero, Matías algo... Nunca recordaba cual era su apellido en realidad, mierda.


-Debes dejar de hacer tus cosas de vudús y boludeces extras. Te dicen Taz, ¿no?, un demonio de Tazmania- dijo Matías simulando un puñetazo de boxeador experimentado. 
-Ya te dije niño- contestó Taz mirando al chico moreno de cabello corto y mirada tierna. -No me gusta que me molesten mientras estoy haciendo mi MANTRA, ¿comprendes?- puso el acento americano como mejor le salía, pero el mejor latino le salio en la palabra secreta, la que Matías tenía que aprender.
-Lo que sea. El viejo verde ha vuelto a las andanzas- se limitó a decir Matías con voz cansina, sus ojeras demostraban que había pasado toda la noche sin dormir, vigliando. Esto no es bueno, pensó Taz sacando un cigarro Coronado de su cajilla en el bolsillo.
-Delante de tus narices, ¿eh?
-Delante de mis narices. Cuando llegué ya todo estaba hecho. Ella me pidio un papel, donde anoto todo- metio una mano en su bolsillo para sacarlo, esto no le sorprendio a Taz, tanto como él hecho de que la voz del "niño" a su mando, temblara.


Sacó el papel con un sismo de convulsiones activas e incontrolables. Su semblante estaba partido en ojos vidriosos demostrando, un alma en llamas. Había fallado en su primer misión encomendada, Taz, ni bien tendría en cuenta este hecho para cosas futuras, tampoco lo iba a carnear por ello. Era un caso muy dificil, tal vez más, de lo que esperaba.


El mayor al mando, dejo que su calva afeitada brillara bajo la luz del sol cansino de abril. Miro de reojo lo que decía la nota y dejo su rostro en estado inescrutable. "Me llamo Andrea sy d flor d maroñas, teng 19 años". Su corazón palpito con furia, era la unica persona identificada. Gracias a Matías también, que seguramente escucho y escruto el Parque Rivera, para poder encontrar la situación a medio hacerse. El viejo verde, le habían apodado, porque una persona aseguraba haber visto a un anciano, de unos 70 años, saliendo del lugar de los hechos, casi que infraganti.


Debería estar tras las rejas, ese, el idiota que lo vio y no lo detuvo. "Pero, siempre se acostumbra a tener sexo por dinero aquí, capaz que era un cliente más" había dicho. Menudo idiota. Sí, sin dudas merecía pena de muerte por eso. Aunque fuera verdad, ahora ya se comprobaba su error. Taz, pensó que sería bueno hacerle una visita al negligente, al menos para asegurarse que no durmiera por unos días. 


Así de desinteresado era el ser humano, así, hasta el punto de tener una pista certera y solo recordar la edad, ni siquiera el coche en el cual se fue. La pregunta crucial que restaba decir era otra completamente diferente.


-¿Lo has visto?- indagó el oficial con su mascara de calma incrustada en sus facciones.
-No, ni ahí. Ya no estaba cuando llegué. Andrea no duro mucho más desde que yo llegué hasta que murió.


Mierda. Taz estaba en este momento, en ese termino tan bien conocido en EEUU, por tantas canciones de rap político que se escuchaban por callejones perdidos en el mapa. "Overwhelmed". Así, estaba el sistema policial uruguayo ante esta situación. No tenían nada que hacer, estaban sobre poblados de crímenes y el primer asesino en serie de la historia oriental, aparecia justo con el nuevo "jugador estrella". 


Sin mediar palabra alguna de despedida o de espera. Cerró la puerta de su cuarto y con los puños cerrados abrio el armario. Miró su ropa policial, había traido bastantes cosas, al menos le habían dejado pasar más de las que esperaba. En su país tuvo muchos más problemas que en el actual, por ciertos items de utilidad extrema. Se guardo en sus bolsillos sus dos puños americanos de plata. Coloco su Glock 40 automatica en su cartuchera, cargada, por supuesto. Se puso su ropa, con minucioso cuidado, eso sí, era un maldito demonio, pero su ropa y su pulcridad, eran incuestionables. Sus ojos café, reflejaron la mirada de alguien agotado de la mierda vital del día a día. Sonrió de forma agria, mostrando las grietas de la edad, de sus 38 años plantados en un reflejo supuesto de lo real y salió.


Matías le estaba esperando fuera de la pensión, apoyado en el coche, que gracias a dios, podían permitirse. Un nissan sentra, un modelo viejo, pero con algunas modificaciones que lo hacían infalible en la batalla. Lo bueno de EEUU, se recordaba siempre, era que allí, no reparaban en gastos para la fuerza. Apenas si hacían recortes. En Uruguay, había recortes hasta en el personal, lo cual era una falta grave a la seguridad de la polis montevideana. Pero, como decía Busta Rhymes en una de sus mejores canciones o más famosas. "Say we did it". Así, era como Taz pensaba.


Cogió su ultimo coraje y salió para afuera, a un mundo nuevo. Donde la intriga dominaría su paz anterior, donde sería el depredador que acostumbraba. Donde la Tolerancia Zero era su legado. La chica, Andrea, tenía la misma edad que su hija, no, no podía dejar que saliera a luz ese criminal, siendo un gigante de novelas locales. Ni de cerca, le rompería la mandibula antes que pudiera hablar. Saldría de caza.

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